Todo llega, todo pasa y todo queda. Es un ir descubriendo, al tiempo que te sorprendes de todo cuanto ves, cuanto oyes, cuanto pisas, cuanto haces…
Miradas de sorpresa, de no saber qué. Te invaden los interrogantes. Y te sigues preguntando. Es difícil encontrar la respuesta a tanta pregunta con interrogante.
Es un ir hacia algo desconocido, pero pese a ser desconocido todo te resulta familiar.
Si, es un sorprenderte de ti misma, ya que te encuentras ante situaciones, vivencias que no sabes de qué manera podrás afrontar, pero luego tú misma te respondes al ver que entre todo cuanto ves no todo te resulta extraño y hay algo en ti que te hace reaccionar y actuar al mismo tiempo. No sabes ni cómo, ni de qué manera pero actúas, reaccionas.
Luego te llegan más preguntas: ¿Cómo, de qué manera lo he hecho? Pero ya está hecho y lo cierto es que cada una lo hace de la manera que mejor sabe o cree que es mejor hacer.
Durante todo el tiempo en Filipinas visitamos familias, entramos en sus casas, las puertas de éstas se nos abren en nuestro caminar por el barangay. Y no sólo se nos abren las puertas de estas familias a quienes visitamos sino al mismo tiempo se abren cada uno de los corazones de estas personas que están ahí en su casa de bambú, sin apenas paredes, sin agua, sin luz, sin apenas qué llevarse a la boca… y son éstas, las personas que día tras día salen a nuestro encuentro, nos saludan, nos sonríen y agradecen nuestra visita, nuestra presencia.
Nos cuesta aceptar y más aun asimilar todo cuanto nuestros ojos ven y nuestras miradas captan al tiempo que por dentro algo se mueve y no sólo se mueve sino que nos conmueve.
De repente nos sentimos invadidas de sentimientos, de emociones y ya no podemos mostrarnos indiferentes ante todo este espectáculo tan real que nos acompaña en todo momento.
Los niños son los niños en todas partes, unos tienen más, otros menos. Lo importante es ver que los niños son queridos por los suyos. Nos gustaría ver que tienen algo más en cuanto se refiere a cuidados de alimentación, pero… eso no ocurre. Nos gustaría que estas familias a las cuales hemos visitado o con las que hemos convivido tuviesen una casa mas digna, pero… eso no ocurre. Nos gustaría que todos, niños y mayores tuviesen todo aquello que nosotras pensamos que es lo que necesitan tener, pero…eso no ocurre.
Y un día tras otro sus miradas nos siguen, nos saludan, nos acompañan. Día a día nos vamos familiarizando con su día a día. Vamos entrando en sus vidas y nos vamos dando cuenta que nuestras prioridades no son las mismas que ellos tienen. . Quizás nos gustaría pero… eso no ocurre.
Entonces, nos paramos a pensar qué es lo que no ocurre, que nos gustaría ocurriese, pero…
¿Qué es lo realmente importante para ellos? Ellos viven con intensidad cada momento, cada instante, cada situación. Ellos viven con la esperanza de poder comer este día. Viven hoy porque mañana … ¿Qué sucederá mañana?. ¿Llegará un tifón?, ¿Su casa sufrirá las inclemencias de éste? ¿Tendrán arroz para comer? ¿Qué sucederá mañana? No pueden pensarlo sin antes vivir el hoy, cosa que nosotras nos olvidamos a menudo de hacer. Vivimos, sí vivimos, pero… ¿cómo vivimos?.
Queda lejos el mañana cuando no se ha acabado de vivir el hoy.
¿Qué queremos hacer con nuestras vidas? ¿ Pasar la vida o vivir la vida?
Muchos interrogantes se nos van presentando. Hablo en singular y al mismo tiempo en plural, pues pienso que dentro de mis pensamientos hay mucha gente incluida.
La misión no es cosa de pocas personas sino de muchas. La misión es una manera de hacer, de actuar allí donde estás, allí donde vas. La misión acoge a todo aquel que quiere comprometerse con el que nos necesita. La misión tiene lenguaje propio aun siendo de diferentes países.
En la misión hay algo importante que nos une. Para unos es la fe, es la creencia de este Dios que acoge, que ayuda, que da la fuerza para no desfallecer y para dar la mano al hermano que necesita. Para otros es también el saber Estar, el acompañar, el escuchar, el abrirse al otro, el dar su tiempo sin esperar nada a cambio.
Te vas encontrando con personas y cada una con sus más y sus menos, pero con personas y sigues recibiendo siempre más de lo que das.
Porque tras la misión, lo que haces o dejas de hacer tiene un cierto valor. Pero lo que si que vale es que lo que tú puedes llegar a hacer no tiene comparación con lo que llegas a recibir.
Los que están allí, los que decimos que nos necesitan son sobre todo seres Humanos. Humanos con mayúscula pues están cargados de unos valores tan grandes, que continuamente nos van dando lecciones. Es un no dejar de aprender de ellos. Es un pensar que estamos a años luz en cuanto a relaciones humanas se refiere. Es un emocionarte con su manera de hacer, de actuar. Y siempre te sorprenden
En nuestra estancia en Filipinas hemos estado compartiendo, viviendo, descubriendo y al mismo tiempo sorprendiéndonos de nuestras reacciones y nuestro comportamiento ante las diferentes situaciones con las que nos hemos ido encontrando.
En Antipangol, el proyecto de alimentación tanto en el colegio como en el Dike se pusieron en marcha. Los pozos se hicieron. El proyecto de las cabras tanto en Antipangol como en Talang, está en marcha. Ahora se trata de que todos estos proyectos lleguen a buen fin. Y ¿cómo se consigue esto? La buena voluntad está. ¿El dinero…?.
Hoy hay dinero, ¿mañana…?
Pienso que nuestra misión no se acaba en Antipangol o en Talang sino que viene con nosotras, y se instala en nuestro día a día, en nuestro entorno, en nuestro trabajo, … Sólo así la misión tendrá sentido como tal e irá teniendo nuevos frutos año tras año.
Nuestra misión no termina a la vuelta de este largo viaje. No podemos acomodarnos en nuestro mundo de bienestar, de confort, en nuestras rutinas establecidas. Nuestra misión no es pasajera.
Una vez te ha pillado la misión ya nada queda en ti indiferente.
Sólo hace falta una cosa: Decir SI a la misión. Decir SI quiero seguir estando. Decir SI ESTOY.
Solo el ESTAR hace posible que todo sea posible.